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Cómo el miedo afecta a nuestro juicio

La sabiduría convencional se equivoca con frecuencia

Steven Levitt

El prestigioso economista John Kenneth Galbraith acuñó la expresión “sabiduría convencional” para aludir a la forma en que asociamos la verdad a la conveniencia, aferrándonos a algunas creencias simples, prácticas, cómodas y reconfortantes -aunque no necesariamente ciertas– que nos evitan el desgaste excesivo de tener que comprender la realidad compleja de las cosas. Sería necio afirmar que la sabiduría convencional jamás está en lo cierto, pero reconocer sus falacias constituye un buen camino para tomar mejores decisiones.
Tomemos un ejemplo. Irene tiene ocho años y le gusta jugar en casa de sus amigas María y Laura. Sus padres, que son muy sensatos y se preocupan por su seguridad, le prohíben a Irene volver a jugar en casa de María tras enterarse de que sus padres tienen un rifle de caza en casa. Desde entonces, Irene pasa el doble de tiempo en la casa de Laura, que además de ser muy buena, tiene una agradable piscina en el jardín trasero. La sabiduría convencional aplaude su decisión, pues todos sabemos que en este mundo no hay nada más peligroso que un arma.
Pues bien, quizás su decisión no sea tan sensata. Si mirásemos las estadísticas sobre números de rifles y armas de fuego en el país, y lo comparásemos con el número de piscinas; y después mirásemos el número de muertes infantiles anuales por una y otra causa, nos daríamos cuenta de que, estadísticamente, una piscina es cientos de veces más mortal que un arma de fuego.
Peter Sandman, que ha estudiado en profundidad el fenómeno del riesgo, afirma que
los peligros que producen miedo a la gente y los peligros que matan a la gente son muy diferentes
Él mismo ha reducido el asunto a una sencilla ecuación: riesgo = peligro + escándalo.
El peligro suele ser estable y difícil de manipular; el escándalo, en cambio (y esto lo saben muy bien los publicistas), es bastante maleable. Así, cuando el peligro es alto pero el escándalo bajo, las reacciones no se percibirán mucho, pero a medida que el escándalo aumenta, la percepción de riesgo y las consecuentes reacciones se dispararán, llegando incluso a ser desproporcionadas frente a la verdadera dimensión del peligro.
Los dos inventos de seguridad para niños de los que más se ha hablado en los últimos años (y cuyos mercados han tenido mayores rendimientos) son las cunas y las sillitas para el coche. Pues bien, unas pocas precauciones en las piscinas lograría evitar cada año cientos de muertes de niños por ahogamiento: cifra muy superior a la estimación de vidas que se salvan anualmente gracias a las cunas y las sillitas juntas. Es más escandaloso que un niño muera por arma de fuego o que su cuerpo quede destrozado tras un accidente automovilístico, pero es mucho más probable que fallezca mientras sus padres leen una revista al borde de la piscina.
Aunque nos haga la vida más fácil y nos permita evadir la penosa realidad, la sabiduría convencional no siempre es cierta.
Probablemente, la imagen de una piscina nos induce una imagen más benigna por su familiaridad, y la imagen de un rifle despierta imágenes asociadas a violencia y catástrofes. Este es solo un ejemplo extremo (a propósito) para señalar el principio de que no todo es lo que parece, y cómo en ocasiones sobre-reaccionamos ante ciertas imágenes y premoniciones catastróficas, que pueden sesgar y condicionar la manera en que percibimos la realidad y tomamos decisiones.
En su asombroso libro Freakonomics, Steven Levitt explora mediante herramientas estadísticas muchas facetas de la realidad de nuestra sociedad que no se ven a simple vista. Un libro polémico por algunos de sus hallazgos, a la par que entretenido y ameno de leer.
freakonomics
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Luis Miguel Real
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