
Pero también hemos de recordar que las personas deprimidas viven, habitualmente, con sus familiares y parejas. ¿Qué pasa con ellos? ¿Cómo les afecta todo esto? ¿Cómo pueden afrontar este trance?
En general, las personas cercanas a un deprimidos atraviesan por diferentes fases en cuanto a su manera de comportarse. Al principio de la depresión, tienden a reaccionar con amabilidad, ternura, apoyo y afecto.
En ese sentido, se es muy delicado, se realizan gustosamente las tareas que ha dejado de hacer, y se dan muchas muestras de afecto. Más tarde, después de unos meses, si la depresión no ha mejorado o incluso ha empeorado, las cosas empiezan a cambiar.
La sobrecarga a la que está sometida la familia empieza a pasar factura; el afecto y la delicadeza se va tornando en crispación, cansancio y enfado. El comportamiento delicado y sobreprotector se puede llegar a convertir en brusco.
Empieza a ser difícil comprender porqué no hay mejoría, y a tener la secreta sospecha de que la persona deprimida no se esfuerza lo suficiente en mejorar, que no está poniendo la suficiente fuerza de voluntad.
Algunos días, o incluso temporadas, se vuelve a actuar de manera tierna y afectuosa, y en otras ocasiones, el trato es indiferente y distante, y otras veces, puede ser amargo o cruel.
Se puede llegar a pensar que la persona deprimida es una egoísta y una tirana que se aprovecha de la buena voluntad de las personas a su alrededor; en otras ocasiones, los familiares se sienten culpables por actuar sin la suficiente paciencia y afecto, y todo ello va acompañado de un miedo creciente a que las cosas no mejoren nunca.
Aunque podemos utilizar la forma de actuar de los familiares para potenciar la superación de la depresión y apoyar el proceso terapéutico, los cambios principales vendrán de la propia persona.
Esto es algo que los familiares tenéis que aceptar, que no sois responsables de la felicidad de la persona. Sin embargo, podéis tener influencia. Vuestras actitudes pueden frenar o acelerar ese proceso de recuperación personal.
Las siguientes pautas te serán útiles:
1. Entender el problema:
Es fundamental que entiendas lo que está sucediendo. Una depresión es un grave trastorno psicológico que inmoviliza y cambia a la persona que lo sufre. Su apatía, pesimismo, malhumor e irritabilidad no están bajo su control voluntario. A ellos tampoco les gusta estar así.
Haz un experimento: cierra los ojos y recuerda uno de los días más tristes de tu vida. ¿Cómo te sentiste? ¿qué pensamientos tenías? ¿cómo percibías el mundo? Ahora, toma ese estado de ánimo, y multiplícalo. Puedes hacerte una idea de cómo una persona con depresión puede sentirse.
2. Manejar los enfados:
Es posible que a veces sientas frustración y enfado hacia la persona. Muy probablemente experimentes pensamientos como “Nunca lo superará”, “No se está esforzando suficiente, sino ya habría salido”, o “Me está utilizando”.
Este tipo de pensamientos solo contribuyen a aumentar el malestar de todos, además de no contribuir a solucionar el problema real. La empatía con la persona es fundamental.
3. Alienta y premia las pequeñas victorias:
Una de los mejores formas de ayudar en el proceso es ayudar a darse cuenta de sus pequeños avances, además de premiarlos. Muchas veces pueden parecer insignificantes, pero cualquier pequeña conducta de mejora supone un paso de gigante. Por ejemplo, cada vez que sonría, tome la iniciativa en hacer algo, se esfuerce en comer, colabore en las tareas domésticas, etc. Hazle saber que lo ves, y que valoras sus esfuerzos. Recuerda, está empezando su vida desde cero.
4. No te concentres en los síntomas:
En contraposición a la idea anterior, es bueno intentar no prestar excesiva atención a las conductas depresivas. Sí, sabemos que están ahí y no debemos negarlos, pero tampoco exagerarlos o dramatizar.
Queremos que la persona aprenda a fijarse cada vez más fácilmente en lo bueno y en sus avances. Evita las miradas de reproche o los sermones: simplemente no ayudan, y solo pueden aumentar los sentimientos de culpabilidad o la sensación de fracaso.
5. Proponer actividades:
Uno de los síntomas más comunes de la depresión es el dejar de hacer actividades placenteras. No solo hemos de premiar a la persona cuando haga cosas, sino apoyarle. Por el otro lado, hemos de encontrar un equilibrio e ir poco a poco, sin atosigar o saturar a la persona.
Respeta su ritmo, aunque pueda parecer que va despacio. Crea espacio para que la persona pueda tomar la iniciativa, y así poder seguir avanzando. La depresión endógena no existe, no surge de un mero desequilibrio químico en el cerebro, surge precisamente del estilo de vida de la persona y de su contexto.
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