
No es una cuestión de meterte a todos los cursos de asertividad y persuasión del mundo.
Ni ser la persona más simpática, ni la más buena, ni la que tiene más fotos bonitas haciendo voluntariado con niños.
Hagas lo que hagas, intentes lo que intentes, no puedes caerle bien a todas las personas del mundo.
Te parecerá obvio mientras los lees, pero muchísimas personas (que en teoría también lo saben) sin embargo actúan como si de verdad creyesen que pueden obtener la aprobación de cada persona que se encuentran.
Porque luego, cuando nos damos cuenta de que no estamos consiguiendo la aprobación de todo el mundo, nos ansiamos, nos frustramos, sufrimos.
O pensamos que es que estamos haciendo algo mal, e intentamos mil cosas para gustar más a los demás.
Como dejar de ser nosotros mismos. E intentar imitar a otras personas. O dejar de hablar de lo que sentimos realmente. O ponernos otra máscara más para el día a día.
Y es que no podemos evitar realmente que las opiniones de los demás nos importen. Sino, sí que tendríamos un problema.
¿Porqué nos importan las opiniones de los demás?
Porque somos humanos.
Concretamente, homo sapiens.
Nuestros antepasados subrevivieron a toda clase de peligros (hace miles de años) gracias a que desarrollaron una capacidad de colaboración superior a la de otras especies. Nuestras redes sociales son complejas, y podemos formar equipo y planes de acción conjunto mucho mejores que otro animales.
Está en nuestro ADN. Los individuos que trabajaban bien en equipo y se integraban en als comunidades, gozaban de mejor protección. Y sobrevivían más tiempo. Y vivir más tiempo suponía tener descendencia.
Y que los siguientes en la cadena transmitieran ese rasgo. “Me importan los demás individuos y puedo trabajar con ellos”.
Sino, no estaríamos vivos aquí y ahora.
Una persona que se hace la indiferente ante el resto de personas, no sobrevive igual que una que sí.
En algunas civilizaciones, el peor castigo que se podía impartir a un criminal era el exilio y el abandono por parte de la comunidad. La soledad terminaba matando a la persona.
Nos importan los opiniones de los demás, porque tememos el abandono. Cualquier persona sana teme el abandono de los suyos.
Ahora, en el otro extremo, valorar DEMASIADO las opiniones o rechazo de los demás, nos puede causar ansiedad.
Aquí un vídeo hablando del tema.
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