
Esa es la realidad, incómoda, aunque muchas personas finjan que no es así.
Sin embargo, si es una cosa tan obvia y tan clara, sobre la que no hay asomo de duda (para cualquier persona con un nivel cultural medio), sigue habiendo fumadores en el mundo.
Las instituciones sanitarias y gobiernos se gastan fortunas de los impuestos de los contribuyentes en campañas anti-tabaco. Con la mejor de las intenciones, y sin embargo, con escasos resultados.
Seamos claros: si las campañas anti-tabaco funcionasen al 100%, ya no quedarían fumadores en el mundo.
Por supuesto que algunas personas se han convencido sobre la importancia de dejar de fumar gracias a los mensajes y campañas. Muchas veces el propósito de las campañas es desincentivar el consumo entre las personas que no fuman todavía. Y han tenido efectos muy buenos entre la población.
Aún así, el mundo está lleno de personas “duras de roer” con las que las campañas de disuasión no tienen mucho efecto.
Aproximadamente un 30% de la población española lleva a cabo diariamente el mismo ritual: introduce dos monedas en una máquina expendedora de tabaco, selecciona su marca favorita de cigarrillos, coge su paquete, desenvuelve el plástico superior, rompe el envoltorio plateado de la parte de arriba, saca el cigarrillo que más simpático le caiga, lo sujeta entre los labios, y aspirando suavemente, lo enciende con un mechero eléctrico, de piedra, de gasolina o con cerillas.
Según algunos datos, España es uno de los países que más esfuerzos estatales hace para reducir el tabaquismo de sus ciudadanos.
La estrategia acostumbrada para disuadir a la gente de fumar es la asociar aversión (miedo, asco, vergüenza), sensaciones desagradables a todo lo que tenga que ver con el tabaco.
Es una estrategia muy buena en muchos casos. Muchas personas han dejado de fumar por el susto que les ha dado al ver imágenes desagradables (y hasta gore) en las cajetillas de tabaco. Incluso hay campañas anti-tabaco muy originales.
La realidad es que a veces, además de no disuadir a los fumadores de continuar con tu vicio, las campañas anti-tabaco incluso producen más fumadores.
¿Porqué las campañas anti-tabaco no funcionan?
1. Los fumadores se habitúan a ignorar los mensajes
Sí, poner imágenes asquerosas de pulmones negros o gargantas perforadas en la caja funciona para algunas personas.
Los fumadores que “sobreviven” a esas cajetillas con fotos, es porque utilizan dos estrategias principalmente:
- Evitación: se acostumbran a no mirar las fotos o mensajes, solo abren la caja sin mirarla mucho y sacan sus cigarrillos. No quieren que les “amarguen” el momento.
- Habituación: al ver esas imágenes diariamente (o varias veces al día), el efecto impactante del principio se va perdiendo. Al final uno se acostumbra. Al final uno se aburre mirando las imágenes que a lo mejor al principio causaban miedo o asco.
En ese sentido, los fumadores se hacen “fuertes” ante las campañas anti-tabaco, y si lo dejan no será por una de éstas. Exceso de exposición.
2. Se nos da muy mal identificarnos con las consecuencias a largo plazo
Cuando una persona piensa en que “le puede dar cáncer en el futuro”, no tiene tanto efecto como pensamos. Imaginarnos algo que no hemos experimentado nunca antes es difícil a nivel cognitivo.
A menos que una persona haya experimentado alguna de éstas enfermedades en sus propias carnes o en un familiar cercano, no le afectará mucho el pensar en ellas como posibles consecuencias de sus hábitos.
El fumador las viven como ideas muy abstractas y lejanas. Es como cuando le dices a un niño que si sigue haciendo X, se va a caer. Hasta que no se cae y experimenta el dolor, no se toma en serio las advertencias.
Para algunas personas, funciona mucho mejor pensar en su bolsillo y calcular el dinero le cuesta fumar mes a mes y año a año, el asqueroso vicio.
3. Las marcas siguen teniendo mucho poder publicitario
Pensamos que la publicidad del tabaco está prohibida, pero eso no es cierto (en la práctica). Y las empresas del tabaco siguen recaudando millones y millones a costa de la salud de las personas.
Solo tenemos que poner cualquier película, y en pocos minutos veremos a algún personaje o actor famoso glorificando el uso del tabaco y asociándolo a ideas como el éxito, el poder, la sensualidad, el intelectualismo, etc.
El cine es el mejor escaparate publicitario que se puede desear. Visible, y a la vez sutil.
Y claro, mientras la película no esté clasificada como +18, la pueden poner en la televisión en cualquier momento del día, ¿verdad?
Otro factor a tener en cuenta es que las cajetillas de tabaco son llamativas, bonitas, con estilo. Ceniceros de cristal tallado, pipas de madera superelegantes, máquinas de tabaco en lugares tan familiares como el bar de la esquina…
El tabaco no necesita publicidad; tanto los que fuman, como los directores de cine o publicitarios se encargan de convertir en algo que en verdad es asqueroso en algo elegante, sexy y bonito. Empezando por los llamativos colores de las cajetillas, terminando por el product placement en las películas, pasando por los adolescentes fumando a la salida del colegio, de las discotecas, estancos y propios mitos y memes de internet sobre el fumar.
En Australia tuvieron una muy buena idea, que fue obligar a las tabacaleras a producir cajetillas aburridas sin logos ni marcas.
Es decir, una actualización de la Ley del Tabaco pasa por las cajetillas genéricas o prohibir los cigarros en las escenas del cine.
4.Los mensajes se centran en algo que no interesa al fumador medio
¡Sorpresa! Si al fumador medio le importase mucho su salud, no fumaría. Las campañas anti-tabaco se centran en las consecuencias a largo plazo para la salud, lo que, sinceramente, se la suda a los fumadores.
Fumar no mola, no te hace parecer mejor, ni más elegante, sólo te convierte en un esclavo de algo que crees superior a tus fuerzas. Te envejece. Si te ofreciesen volver atrás en el tiempo, probablemente no volverías a hacerlo.
Así que si este artículo te hace darte cuenta de la profunda manipulación que sufres, sé paciente, hazte un favor y déjalo. Y cuéntame qué tal a los 2 meses.
Dejar de fumar es fácil, si sabes cómo
La fuerza de voluntad no es suficiente, de lo contrario ya no quedarían fumadores en el mundo. Lo mejor que puedes hacer es contactar con un profesional para que te guíe en el proceso y te ayude a dar los pasos más adecuados en tu caso.
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Soy psicólogo especialista en adicciones, y trabajo todos los días con personas que quieren volver a sentirse libres de la adicción al tabaco.
También ofrezco un curso online para dejar de fumar, al que puedes acceder visitando www.luismiguelreal.es/dejar-de-fumar/