
Sin embargo, esto no quiere decir que esté aceptado. Prueba de ellos son las numerosas manifestaciones que han tenido lugar en diferentes lugares del país para denunciar la proliferación de las casas de apuestas y cómo están destruyendo los barrios.
Los barrios obreros: la mina de oro de los salones de juego
Una de las principales quejas de quienes protestan contra este negocio es que las casas de apuestas y salones de juego se aprovechan de las clases más desfavorecidas y de los jóvenes.
La patronal niega que esto sea verdad y asegura que el mercado del juego no persigue “un enriquecimiento injusto”, pero lo cierto es que la mayor proliferación de este tipo de locales se da en los barrios con una renta más baja.
Sin embargo, los vecinos no están de acuerdo con esto y consideran que el mercado del juego se aprovecha de aquellos que más necesitan el dinero, por lo que buscan “el fin de las casas de apuestas”.
No pueden existir estos locales en la ciudad ni en los barrios porque siempre van a estar cerca de centros de ocio, colegios, institutos, bibliotecas o parques
Los vecinos no están contentos con esta situación y piden que haya, si no una prohibición de estos locales, al menos una regulación más estricta.
Por eso, las plataformas que protestan contra este negocio aseguran que su objetivo es comenzar una “lucha constante, diaria y comprometida” para lograr el fin de las casas de apuestas.
Los ayuntamientos se llevan dinero de los impuestos del juego. ¿No deberían parar?
Casi todos los clientes son habituales. Vienen por la mañana un rato, 45 minutos como máximo, vuelven a venir por la tarde en el descanso de sus trabajos, se toman un aperitivo, un café… Pasan el rato y siempre son los mismos.
Según la experiencia de Santa Cruz que ha trabajado en tres locales de apuestas en diferentes zonas de Madrid, aquí se pierde mucho más que se gana. “Algunos trabajadores de estos locales se acercan a los clientes a aconsejarles que se vayan cuando ganan algo de dinero, porque ellos se creen que si lo vuelven a apostar, conseguirán mas. No se dan cuenta de que nunca ocurre así.
La casa siempre gana.
Los barrios obreros se han convertido en el lugar perfecto donde enriquecerse.
Ni falta ha hecho que Eurovegas se instalase en Madrid. Los jóvenes de clase obrera, en paro y sin un futuro claro en mente, buscan su salida en el dinero inmediato que dan las casas de apuestas del barrio.
No es extraño encontrarse a decenas de jóvenes en las puertas de los locales de apuestas, hablando de las apuestas que van a realizar y de las posibles ganancias. Gastando su mísero sueldo o el dinero de sus padres en apuestas. Y es que, en los barrios obreros de grandes ciudades como Valencia, Madrid o Barcelona, las casas de apuestas prácticamente se han duplicado en los últimos años.
En las apuestas deportivas la gente gana pocas cantidades pero con más frecuencia. Y con ello se consigue que el enganche sea más rápido. El juego está organizado para que la empresa tenga beneficio con el jugador.
Mariano Chóliz, Catedrático en Psicología en la Universidad de Valencia (y antiguo profe mío)
El atractivo de estos locales pasa por estrategias muy bien estudiadas (replicando las actitudes de los casinos) para retener a la clientela el mayor tiempo posible en el local.
Desde la ausencia de ventanas, poca iluminación, consumiciones gratuitas, hasta poder ver cómodamente cualquier deporte de forma gratuita. Lo que quiere decir, que en vez de gastárselo en ver un partido de fútbol en un bar con una consumición; la casa de apuestas ofrece lo mismo totalmente gratis e incluso con la posibilidad de ganar dinero.
Jugoso, ¿no?
Y ese dinero que la persona iba a invertir en la consumición, lo invierte en apuestas, le da impresión de todo lo que está recibiendo le cuesta mucho menos. Al principio.
Si a esto le sumamos que rápidamente esta práctica, socialmente aceptada, intoxica a las amistades más cercanas para que apuesten también; todo este clima genera una rápida adicción.
Esto es debido a que la aceptación social refuerza el acto de apostar, que al repetirse, les crea una necesidad de ganar dinero. Ahí es cuando aparece la adicción.
En la mayoría de estas casas de apuestas puedes encontrar ruleta, póker, blackjack, tragaperras y un sinfín más. Lo que antes estaba localizado en un par de casinos, hoy hay docenas en cada barrio. Lo que ocasiona que la adicción a las apuestas, aumente rápidamente a otras modalidades, gracias al fácil acceso que tienen dentro de la sala a otros juegos de azar.
Un negocio muy suculento a costa de nuestra vida
La orientación a las zonas más pobres de este lucrativo negocio no es inocente. Aquí se encuentra la gente más vulnerable de caer en el juego compulsivo, el alcoholismo y el abuso de otras sustancias; todas ellas adicciones que en muchas ocasiones van de la mano.
Son los problemas económicos y el impacto que la crisis ha tenido en nuestros barrios, lacerados por el paro, la precariedad y los recortes, el verdadero combustible de la ludopatía.
Ante la ausencia de recursos sociales para rescatar a las personas de su situación de pobreza, y la falta de alternativas de un ocio cultural y deportivo sano, el juego se convierte en una de las vías de escape de los problemas cotidianos de los más castigados por la situación económica, social y laboral.
Las facilidades a los empresarios del sector son tan grandes que hoy podemos encontrar estos locales incluso en las proximidades de centros de atención a la ludopatía y escuelas. Qué curioso, ¿no?
Las administraciones protegen el juego
Lejos de ser un dique contra la ludopatía, ni los ayuntamientos ni las comunidades autónomas ponen freno a la expansión de este negocio. Es evidente que el lobby del juego tiene herramientas de todo tipo para hacer que las administraciones antepongan sus intereses a acabar con la lacra del juego.
Por un ocio sano para la juventud
Lo que realmente necesitamos son barrios libres del juego y las apuestas, y su sustitución por centros deportivos y culturales municipales y gratuitos que ofrezcan un ocio sano a la juventud y los trabajadores; la rehabilitación de parques y jardines, pistas de fútbol, baloncesto, tenis, espacios para clubs de teatro, de escritura, salas de ensayo de música, cines y teatros a precios asequibles, etc.
Cualquier política para acabar con el juego ha de estar íntimamente relacionada con una política anticapitalista que tumbe la austeridad y la precariedad laboral, sólo así se podrán realizar las inversiones que nuestros barrios necesitan cada día con más urgencia.
Y esta política no puede llevarse a cabo con interpelaciones y discursos en el ámbito parlamentario, sino que tiene que ser impulsada con la movilización social, señalando las casas de apuestas, expulsándolas y poniendo en evidencia cómo el Estado capitalista favorece un negocio que hunde en la degradación y la miseria a los más vulnerables.
Y podríamos ponernos a hablar lo mismo sobre la industria del tabaco, pero mejor dejamos eso para otro día.