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▷▷ «No Pienses en un Oso Verde»: Libro gratis en PDF

libro "No pienses en un oso verde" gratis en PDF
Capítulo 1: El-que-no-debe-ser-nombrado

“El pensamiento es la única cosa del Universo de la que no se puede negar su existencia: negar es pensar”

-José Ortega y Gasset

 

¿De qué hablo en este artículo?

Oso blanco, oso blanco, oso blanco…

Cuando era adolescente, era tan tan tan friki que me leí el tochaco de Guerra y Paz del famoso escritor Leo Tólstoi.

Fue hace muchos años, y no recuerdo gran cosa, solo recuerdo que me gustó. Y seguro que si vuelvo a leérmelo ahora como adulto, le sacaré muchísimo más partido que mi yo adolescente (o eso espero).

Leí una vez una anécdota muy interesante de la infancia de Tólstoi. Resulta que tenía un hermano mayor, y éste tenía un “club” con otros niños mayores y guays. El pequeño Tólstoi quería formar parte y su hermano le vaciló de una forma legendaria.

Le dijo que tendría que superar un reto para poder entrar al club de los niños mayores.

Se ve que el hermano mayor de Tólstoi era un cachondo perdido (como casi todos los hermanos mayores), y le dijo que solo entraría al club si conseguía no pensar en osos blancos.

Se sentó en un rincón y se quedó ahí durante horas y horas intentando no pensar en un oso blanco. Lo intentaba sin parar y cuanto más lo intentaba, más osos blancos veía en su cabeza. Menuda pesadilla. Inténtalo tú también, y ya verás qué divertido.

La anécdota se Tólstoi se usa a menudo en psicología para explicar a la gente cómo de difícil (imposible en realidad) es bloquear un pensamiento o evitar pensar en algo que nos preocupe. Es una paradoja, pues cuanto más nos esforzamos en no-pensar en algo, con mayor intensidad lo pensamos.

En realidad, evitar pensar en algo es una receta perfecta para convertirlo en una obsesión y que ese pensamiento se nos pegue como un chicle a la suela de unos zapatos nuevos.

Es tarea imposible porque incluso cuando consigas distraerte lo suficiente y dejar de pensar en el dichoso oso blanco, pensarás: 

-“genial, ya he conseguido dejar de pensar en un oso blanco”

-Un momento… estoy pensando en un oso blanco

-¡Jodeeeeer!

Y si encima le añado algún detalle inusual, como bañar al oso en residuos radioactivos y volverlo verde… pues más fuerte va a ser la imagen mental 🙂 

Intenta no pensar en un oso verde, y verás qué dolor de cabeza te da.

Pásame el neuralizador

Un ejemplo perfecto de esto de las obsesiones es cuando tenemos una ruptura. Terminamos nuestra relación amorosa (por la razón que sea), e intentamos pasar página lo antes posible borrando el recuerdo de nuestra ex-pareja de nuestra memoria.

La manera en que digerimos el fin de una relación depende de mogollón de cosas, como el tiempo que estuvimos juntos, las razones de la ruptura, las mil dinámicas de comunicación que tuviéramos, nuestro mundo fuerza de la relación y nuestras circunstancias personales en el momento de la ruptura…

Lo más habitual al cortar con alguien es sentirnos mal (o al menos “raros”) durante un tiempo, hasta que nos adaptamos a la nueva situación.

Da igual que estemos convencidos de que “la culpa fue suya”, es dificilísimo quitarnos de la cabeza a alguien que ha sido muy importante en nuestra vida (a veces durante muchos años). Y esos pensamientos pueden ser muuuuy perturbadores, por ejemplo:

  • Le echo de menos
  • Qué guapx era
  • En realidad no me trataba tan mal
  • Nadie volverá a quererme
  • Ha sido todo culpa mía
  • No volveré a ser feliz
  • No vuelvo a f****r en mi vida

En situaciones así, muchas veces desearíamos que vinieran los tipos de las pelis de Men In Black, se pusieran las gafas de sol esas tan guays de agentes secretos y sacasen el aparatito plateado ese que nos borra los recuerdos con una luz cegadora. Al aparatito ese lo llamaban “neuralizador”.

No sé tú, pero yo estaría dispuesto a pagar muchísimo dinero por alquilar un neuralizador de esos.

Pero la realidad es que cuanto más intentamos no-pensar-en-algo, más-pensamos-en-ese-algo, y casi todos los intentos de borrar un recuerdo van a reforzarlo todavía más.

Imagínate la película: cortas con una persona que ha sido importantísima para ti durante meses o años, y de la noche a la mañana intentas que esos recuerdos desaparezcan sin dejar rastro.

Antes desayunábais juntos.

Ahora desayunas a solas.

Antes había alguien dándote la bienvenida al volver del trabajo.

Ahora nadie (si tienes suerte, tu perro).

Antes tenías a alguien con quien hacer cosas los findes y festivos.

Ahora pasas los findes con tus padres y tu tía. Las cosas han cambiado, aunque no lo parezca al principio, para bien (al menos para una de las dos personas).

Es como cuando en los libros de Harry Potter nadie se atreve a decir LORD VOLDEMORT.

Todo el mundo habla de él, pero dicen chorradas como el-que-no-debe-ser-nombrado o quien-tú-sabes para no decir su nombre directamente.

Sin darse cuenta de que precisamente al hacer esas carambolas por no decir su nombre directamente están dándole mucho más espacio mental.

Estoy segurísimo de que la gente del mundo mágico habría vivido con menos miedo al señor oscuro si se hubieran permitido comentar abiertamente lo imbécil que era, o componer canciones sobre lo blanco que tenía el culo.

Los niños y los caramelos están destinados a encontrarse

Un día estaba charlando con unos compañeros psicólogos expertos en conducta alimentaria.

Me comentaron un experimento muy interesante:

Cogieron a un grupo de niños, y los trajeron a una sala con una mesa con varios platos con lacasitos de diferentes colores (los lacasitos son esos caramelos de chocolate con forma de lenteja, como los M&Ms pero a la española).

Un adulto estaba con ellos, y les decía que tenía que salir un momento a hacer una cosa… 

Con algunos grupos de niños, el adulto les dijo que no podían comerse los lacasitos de color rojo.

En otros grupos no dijo nada, simplemente salió un momento de la sala.

Pues en los grupos en los que un adulto dio la instrucción “no os comáis los lacasitos rojos” los niños se comieron en general muchísimos más lacasitos rojos que en los grupos en los que no se dio la prohibición.

Parece un caso anecdótico, pero se han hecho muchísimas versiones de este experimento y casi siempre sale lo mismo: cuanto más énfasis ponemos en una prohibición, más intensamente pensamos en el objeto prohibido.

Esto me lo contaban expertos en conducta alimentaria, como ejemplo de por qué la mayoría de dietas no funcionan.

Ya sabes, cuando alguien quiere bajar de peso y se prohíbe comer dulces o pizza, o solo come bróccolis, etc.

La realidad es que las dietas restrictivas (centradas en prohibir ingerir algún tipo de alimento concreto) suelen hacer que nos obsesionemos más todavía con la fruta prohibida, y multiplican las probabilidades de que suframos un efecto rebote. 

Que un día se nos acabe la “fuerza de voluntad” y nos comamos una bolsa entera de donuts de una sentada (y que después nos sintamos fatal física y emocionalmente, por un lado nos duele la tripa y por otro nos sentimos culpables y débiles por no haber «aguantado»).

Por eso ese enfoque con la comida funciona muy pocas veces. Si te apetece comerte una pizza y te lo prohibes indefinidamente, tarde o temprano te acabarás comiendo una pizza familiar por pura ansia.

Muchos compañeros que trabajan con personas con problemas de conducta alimentaria hacen especial hincapié en cambiar la relación con la comida.

Que la persona deje de lado esa «mentalidad de dieta», renuncie a poner tantísimo control en lo que come y aprenda a disfrutar de la comida con moderación, pero sin caer en los extremos que le disparan la ansiedad y el descontrol.

El de las conductas alimentarias es un tema muy complejo y con el que hay que tener cuidado.

Intenta no pensar en un oso verde y los verás caminando por la calle.

De la sartén a las brasas

Otro libro que disfruté mucho cuando era chaval fue el Hobbit, del gran maestro Tolkien.

Hay un capítulo que se llama, muy acertadamente “de la sartén a las brasas”, y te voy a explicar por qué se llamaba así y por qué es importante entenderlo.

Bilbo, Gandalf y el resto de la pandilla de enanos iban cruzando las montañas cuando les pilló una tormenta que lo flipas. Viento, lluvia, truenos, de todo.

Y encima había gigantes pegándose y tirándose rocas unos a otros.

Decidieron meterse en unas cuevas y cruzar las montañas por debajo, les pareció más seguro.

Pues en las cuevas estaban el rey de los trasgos y un ejército entero de bichos feos con cosas afiladas, además del malparido de Gollum. 

Tengo muy buenos recuerdos de esas lecturas, y casi siempre me acuerdo del libro cuando me encuentro con esto: intentar escapar de algo y terminar en un sitio peor.

Eso nos pasa a menudo con la ansiedad. Hacemos todo tipo de acrobacias para distraernos de ciertos problemas y preocupaciones (que en sí mismo no está mal, es natural).

Pero muchas veces terminamos provocándonos problemas aún mayores sin darnos cuenta.

Por ejemplo, si evito lugares grandes con mucha gente porque me agobian (conciertos, festivales, etc), es más probable que si un día no puedo evitar esa situación y me agobie mucho y me vea abrumado y me termine dando un ataque de pánico.

He trabajado en consulta con personas que tenían miedo a subir en ascensores o bajar al metro, y terminó llegando una situación en la que no tenían elección.

Por ejemplo, que tenían que subir a un piso 47, o que se les había estropeado el coche y necesitaban llegar a un sitio al que solo se podía llegar en tiempo razonable en metro.

Claro, al haber evitado durante años esas situaciones, el día que se vieron arrastradas se agobiaron tanto que entraron en pánico, montaron un show delante de todo el mundo, pasaron vergüenza y reforzaron todavía más su miedo a los ascensores o al metro.

Hay que tener cuidado con la intuición. A veces, nuestra reacción natural es huir. Y muchas veces será la mejor opción. Pero otras veces no lo es.

En ocasiones, es mejor resistir el impulso de huir y quedarnos un rato ahí, sosteniendo el miedo, observando cómo se va calmando (aunque nosotros no sintamos esa calma aún).

Quedarnos un rato más sosteniendo el miedo también nos dará la oportunidad de aprender nuevas formas de afrontarlo.

Entonces, aunque una parte de nuestra mente nos diga «vete de aquí, no puedes con esto», a veces tendremos que dejar de hacerle caso y quedarnos ahí igualmente.

Y a veces es todo lo contrario, la intuición nos dirá de quedarnos en un sitio o seguir haciendo algo porque estamos muy cómodos con ello o es muy agradable, pero en realidad tenemos que levantarnos e irnos para evitar algún problema o riesgo que no es obvio a primera vista.

Es complicado. La vida es complicada, se mire por dónde se mire.

Abran la puerta, es la policía de la mente

Cuando establecemos una prohibición mental, dedicamos muchos más recursos y atención a ese tema. Imagínate que gestionas un aeropuerto.

Pues vas a tener que contratar a mucha gente de seguridad para evitar que la gente cuele cosas raras en el avión (cosas que pinchen, cosas que exploten, etc)

Nunca he gestionado un aeropuerto, pero me imagino que no debe de ser un paseíto por el parque. 

Ahora imagínate que gestionas tu mente como si fuese el aeropuerto de Nueva York.

Prohibirte tener ciertos pensamientos es como montar un control de seguridad en la puerta de tu consciencia, ir parando a todos los pensamientos e ir diciendo “tú pasas, tú no”.

Y ojo, eso es lo que intentamos muchas veces, pero nunca funciona.

No podemos “bloquear” ningún pensamiento, al final todos pasan igualmente. Pero aún así, nos empeñamos en intentarlo, y nos acaba dando una contractura de tanto esforzarnos. 

Es como si solo tuvieras una persona para hacer los controles de seguridad en un gran aeropuerto.

Al final se le echaría la gente encima y pasarían todos igualmente, como la estampida de ñús que se cargó a Mufasa.

Intentar bloquear tus pensamientos es como intentar tapar una cascada con las manos. Al final te agobias más y te mojas mucho.

Imagínate estar alerta con casi cada pensamiento, estar constantemente recordándonos que no deberíamos pensar en esto o aquello, que no deberíamos preocuparnos ni sentir miedo ni nada…

Es la policía de la mente, chavales. Qué angustia.

Perseguir el horizonte acaba decepcionando

Te voy a contar una cosa sobre mí: soy un desastre con la ropa. Me refiero a que cuando como, encuentro mil maneras diferentes de mancharme.

Por eso me agobio mucho vistiendo ropa totalmente blanca, no paro de pensar en que va a mancharse a los 5 minutos de ponérmela.

Eso me recuerda mucho a las modas de la espiritualidad new age, la mitología oriental, el budismo zen y todo eso. 

Me he encontrado en consulta con muchísimas personas que querían librarse de ciertos “pensamientos negativos”, que querían que les enseñase a dejar de pensar y dejar de preocuparse tanto.

No puedo evitar pensar que en realidad me estaban pidiendo que les diera el secreto de la iluminación, para convertir sus mentes en un lienzo en blanco como Buda o algo así.

Hay muchísimas modas bastante poco recomendables en el mundillo de la autoayuda y el desarrollo personal, y una de ellas es la de hincharse a hacer meditación para aislarnos de las preocupaciones.

Ojo, no estoy diciendo que hacer mindfulness o meditación esté mal. Lo que estoy diciendo es que hay gente transmite pautas de perfección muy rígidas (tener nuestra mente como una camisa blanca recién lavada) y que muchas personas aprenden a enfocar la vida de manera muy agobiante.

Hay personas a las que les va muy bien con la meditación, y hay otras a las que les va fatal, y no es culpa suya, sino de las pautas rígidas que les han dado para intentar solucionar su problema.

Me encuentro con mucha gente obsesionada con perseguir la felicidad, buscando estar contentos todo el tiempo, y que cuando sienten cualquier miedo o preocupación se amargan, porque alguien les ha transmitido que sentir emociones desagradables o preocuparnos por las cosas es malo, que significa que nos falta autoconocimiento y que deberíamos aspirar a ser personas que no se preocupan nunca por nada, que caminan sobre las aguas y las palomas no les cagan nunca encima…

Que agobio vivir así, ¿no? Con la policía de la mente saltando a la mínima, solo la perfección está permitida. 

Como vestir de traje a un niño pequeño, prohibirle jugar y amenazarle con castigarle si se mancha… Eso es una tortura para cualquier niño pequeño.

¿Y si los padres aceptan que lo natural para los niños es jugar y mancharse?

¿Y si aceptan que ensuciarse un poco la ropa no es tan grave?

¿Y si aceptan que el estado natural de un niño pequeño NO es estar limpios como recién salidos de la lavadora, sino todo lo contrario?

Para eso existen las lavadoras, para lavar la ropa DESPUÉS de que el niño haya cubierto su dosis de juego.

Reñir a un niño pequeño por mancharse es como reñir a un pez por nadar.

No podemos exigirle algo tan difícil. Solo demostraría que entendemos muy poco de niños (o de peces).

Y muchos padres viven más tranquilos al dejar de intentar luchar contra la naturaleza y aceptan que los niños se manchan, por mucho que lo intenten.

Pues claro que puedes (y debes) ayudarles a ser un poquito más ordenados cada vez. Pero no les pidas que escalen el Everest el primer día.

Esa es para mí la idea principal de este libro. Voy a seguir profundizando y explorándola desde diferentes ángulos a lo largo de los próximos capítulos. 
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Si quieres seguir leyendo, descarga el libro aquí abajo:


Opiniones de «No Pienses en un Oso Verde»

Una suscriptora me escribió ésto el otro día:

===

Ya he acabado el libro y sinceramente me has flexibilizado la mente , y me ha ayudado a dejar de “escuchar “ a los demás

.. te cuento ..

tengo una enfermedad degenerativa ocular y últimamente he empeorado .. ( me queda sólo un ojo .. o dos según lo mires 😬)

y no se me permite agobiarme , estar triste , sentirme incluso limitada ..

tengo que ser positiva ..

bla bla , ya tú sabes


Por cierto un 10 al tipo de letra del libro .. lo he podido leer sin problemas , hacia mucho que no podía , así que gracias por devolverme este placer

Enhorabuena por el libro , es revelador 😘

===


Bien bien

Luego me escribió David Saavedra y me comentó que

«me has flexibilizado la mente» es de los mejores cumplidos que he leído

Y él lo sabe mejor que nadie, que dedica su vida a divulgar sobre el pensamientos radicalizado

Y sí, a mí también me emocionó leer un comentario así

Todos vivimos en una burbuja, en el sentido de que hay muchísima presión externa para pensar de una determinada manera

Porque muchas veces, es lo más conveniente para el resto, que no molestemos con nuestras quejas

O a lo mejor, simplemente no saben cómo ayudarnos (casi nunca hay mala intención, en serio)

Y la mayoría de las veces, somos nosotros mismos quienes rechazamos ideas que son demasiado lejanas a lo que ya llevábamos años creyendo

«No pienses en un oso verde» es un libro de anti-autoayuda, porque lo dedico a desmontar todo tipo de creencias populares sobre los pensamientos y las emociones

La mayoría de gente me está escribiendo para decirme que les ha sorprendido mucho el libro, que les ha ayudado a ver otras maneras de mirar el mundo y a nosotros mismos

«Me has flexibilizado la mente» es de las cosas más bonitas que me podrían decir, sí

Porque de eso va mi trabajo como psicólogo, ¿no?

Aquí tienes un libro que te puedo ayudar a ver tu mundo interior de manera diferente, y ademas es súper fácil de leer, directo sin ser nada sesudo

Descargar libro «No Pienses en un Oso Verde» gratis en PDF

Un abrazo,

Luismi

PD: (también utilizo a mis superhéroes favoritos para explicar ciertas cosas, haha)

Luis Miguel Real
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